Una de las miles de veces que te he querido.
Grítalo fuerte, escríbelo en el cielo y grita, mucho, mucho más, dí quien eres y todo lo que vales que eres fuerte y ya no te vas a derrumbar.
En el momento en el que tu para mi lo eres todo y yo para ti no soy nada me doy cuenta de que algo esta saliendo mal.

miércoles, febrero 27

De como mis aventuras sexuales se convirtieron en historia.



Quince segundos después, y sin saber cómo, yo estaría a punto de experimentar el éxtasis más profundo que una mujer puede sentir. Cada segundo me sentía más viva y sin saber porque a él lo sentía más fuerte. Las cortinas se escondían tímidamente entre las ventanas. El vapor empañaba los cristales que extrañados intentaban entender lo que allí pasaba. Por unos instantes el mundo se paró y la tierra dejo de dar vueltas alrededor del sol. Estaba dentro de mí, eternamente dentro de mí, y yo no quería que se alejara. Yo excitada, sabiendo que los seres inertes de aquel lugar nos estaban observando empecé a aligerar el ritmo. Una y mil veces nos fundimos entre suspiros y gemidos, una y mil veces recorrieron mis uñas toda su espalda. Aquellos muebles nos miraban, y yo deseando que la luna nos observara, deseando que le viento nos secara el sudor de nuestra piel. Una y mil veces más.
No nos conocíamos pero ya me sabía de memoria todos los recovecos de su cuerpo. Una hora, dos horas, tres horas. Una noche eterna nos esperaba por delante y quince segundos después, despertaron los cisnes con las primeras luces del amanecer.


viernes, febrero 15

De como mis aventuras sexuales se convirtieron en historia.



Calor, calor electrizante era lo que me proporcionaban sus besos por todo mi cuerpo. Sudor, sudor ardiente recorría cada rincón de nuestra piel. Sus manos, sus manos impacientes y mis piernas inquietas. Sus labios, sus labios impacientes en mi ombligo jugaban. Cada segundo de cada minuto de esa noche que pase con él, la única noche, envuelta en vapor. Sus dedos, sus dedos jugando con mis senos. La pasión que en ese momento allí se respiraba. Yo, dudosa sin saber cómo iba a acabar ese derroche de amor, deslizaba mis peligrosas manos cuello abajo por su cuerpo. Los dos inquietos como adolescentes buscándonos entre las sábanas que poco a poco abandonaban nuestra cama. Aquella noche, esa remota noche en la que ni los osos dormían, me declaro su amor que duraría tan solo un interminable segundo. Sus labios, sus labios buscaban los míos  más allá del horizonte de mi ombligo. Los míos buscaban la bandera que se izaba más allá del suyo. Tan lento y pasional era ese amor que ni mil bombas separarían lo que nuestro sudor había juntado. NI mil batallas, ni mil ejércitos separarían lo que nuestro sexo había unido.


lunes, febrero 11

De como mis aventuras sexuales se convirtieron en historia.



De repente abrió la puerta de mi habitación, y deslizándose entre la oscuridad de la noche entró en mi cama. Mientras me hacía la dormida notaba cada parte de su cuerpo adentrándose en mis sábanas. Cada vez más cerca y más cerca. Su mano tímida rozó mi espalda y recorrió cada una de mis vertebras en busca de mi cuello. Yo, impaciente por saber su siguiente movimiento, me dejaba llevar. Acariciaba mi cuello lentamente y mi piel se estremecía. Me giré, quería saber que haría su me viera frente a él. Sin pensárselo dos veces me besó, y suavemente se lo devolví. Instantáneamente agarró mi cuerpo y se acercó a mí. En los siguientes minutos sus manos tocaron mi cuerpo y las mías el suyo. En pocos segundos nos fundimos en el mejor sexo que una mujer pudiera desear. Las estrellas muertas de envidia nos vigilaban a través de la ventana y la luna asombrada se escondía detrás de una de las cortinas. Aquella noche no aullaron ni los lobos, el silencio esperaba ansioso alguno de nuestros gemidos e impaciente el viento se colaba entre nuestras sábanas. 




Esa noche, la noche en la que los búhos dormían.