Una de las miles de veces que te he querido.
Grítalo fuerte, escríbelo en el cielo y grita, mucho, mucho más, dí quien eres y todo lo que vales que eres fuerte y ya no te vas a derrumbar.
En el momento en el que tu para mi lo eres todo y yo para ti no soy nada me doy cuenta de que algo esta saliendo mal.

viernes, febrero 15

De como mis aventuras sexuales se convirtieron en historia.



Calor, calor electrizante era lo que me proporcionaban sus besos por todo mi cuerpo. Sudor, sudor ardiente recorría cada rincón de nuestra piel. Sus manos, sus manos impacientes y mis piernas inquietas. Sus labios, sus labios impacientes en mi ombligo jugaban. Cada segundo de cada minuto de esa noche que pase con él, la única noche, envuelta en vapor. Sus dedos, sus dedos jugando con mis senos. La pasión que en ese momento allí se respiraba. Yo, dudosa sin saber cómo iba a acabar ese derroche de amor, deslizaba mis peligrosas manos cuello abajo por su cuerpo. Los dos inquietos como adolescentes buscándonos entre las sábanas que poco a poco abandonaban nuestra cama. Aquella noche, esa remota noche en la que ni los osos dormían, me declaro su amor que duraría tan solo un interminable segundo. Sus labios, sus labios buscaban los míos  más allá del horizonte de mi ombligo. Los míos buscaban la bandera que se izaba más allá del suyo. Tan lento y pasional era ese amor que ni mil bombas separarían lo que nuestro sudor había juntado. NI mil batallas, ni mil ejércitos separarían lo que nuestro sexo había unido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario